La relación entre el flamenco y Japón comenzó en los años 20 del pasado siglo. Aún no ha cumplido su centenario, pero la afición japonesa al flamenco destaca. ¿Por qué? Primero, por su volumen. Se dice que en Tokio hay más academias que España; hay más de 500 profesionales de flamenco en Japón y 50000 van a clase de flamenco, la mayoría de baile, pero también de toque, de cante y de compás. Segundo, por su calidad. Por un lado, porque los españoles visitan Japón continuamente. Aparte de numerosas actuaciones de artistas en los teatros, existe un tablao al que acuden artistas españoles de la talla de Cristina Hoyos o Sara Baras desde 1967. Por otro lado, los artistas japoneses. Hay compañías japonesas que participaron en importantes festivales de España como la Bienal de Sevilla o el Festival de Jerez. Una japonesa tiene el Premio Nacional de Córdoba de baile por guajiras, y en otros concursos también tenemos ganadores y premiados. Tercero, por su imagen. No soló los japoneses aman el flamenco, a otros extranjeros también les gusta. Pero los occidentales no llaman tanto la atención como los asiáticos. Resalta más, se ve más exótico.
Que a todos los japoneses les guste el flamenco es una leyenda urbana. Somos pocos, pero hay japoneses muy aficionados al flamenco. Y la pregunta de siempre: ¿por qué a los japoneses le gusta el flamenco? Hay varias hipótesis. Una expone la relación con los gitanos que vienen de India que, por su raíz oriental, para los japoneses resulta muy familiar. Otra hipótesis expone que, por su cultura y costumbres, los japoneses ocultan sus sentimientos, y el flamenco es todo lo contrario: expresa al máximo su sentir. Los japoneses también sienten lo mismo en su interior y en el flamenco descubren una manera de sacar lo que sienten dentro. Por eso lo admiran. Nadie puede decir cual es la verdad, pero sea como fuere, el flamenco es un arte universal de calidad, más de la que los españoles imaginan, y en cualquier sitio nace la afición por él.